Por aquel entonces ya se tiene constancia de un asentamiento íbero en la zona, probablemente, aprovechando la proximidad de los ríos Segura y Guadalentín que, en aquellos tiempos, portaban un caudal mucho más considerable que el actual.
Es importante recordar que en 1964 se encontraron restos arqueológicos de los íberos en Alcantarilla y se cree, incluso, que bajo la calle Hurtado Lorente puede ubicarse una antigua necrópolis o cementerio de este antiguo pueblo peninsular.Hacia el Siglo I d.C. los romanos invaden la Península tras la II Guerra Púnica contra los carthagineses, quienes ya habían fundado Carthago Nova, la actual Cartagena.
Tras el cambio de dominio como consecuencia de la victoria romana, todo el sudeste español pasa a integrarse en la región carthaginensis, perteneciente a la provincia romana de Hispania, que englobaba los actuales España y Portugal. La población del antiguo asentamiento íbero, ya desaparecida por la presencia de un pueblo mucho más poderoso, se traslada al paraje del Agua Salá. Esta zona, hoy muy degradada, era especialmente fértil para los cultivos por el meandro que el Segura hace a esa altura y por el manantial de aguas medicinales que brota a pocos metros.
Además, la presencia cercana de una vía romana que comunicaba la capital regional, Carthago Nova, con el interior peninsular a través de la Meseta, especialmente hacia Toletum, da prosperidad y auge a la zona. De los romanos conservamos un pequeño puente que es, hoy en día, la construcción más antigua de la ciudad, el Puente de las Pilas, al principio de la carretera de La Ñora, y el Camino de los Romanos, sobre la antigua Vía.
Dice la leyenda que si uno se agacha y pone la oreja sobre la calzada aún se pueden escuchar las cuadrigas romanas.
Hispania permanecerá bajo dominio del Imperio Romano hasta la invasión de los pueblos germánicos, hacia el Siglo V d.C. A la Península llegan los visigodos quienes instalan la capital en Toledo y fundan un reino visigótico. De este periodo se tienen pocos datos por lo que lo más probable es que continuara el asentamiento, ya convertido en aldea, en torno al Puente de las Pilas, aprovechando la ruta de paso hacia el interior. Ya vemos que desde hace muchísimos años Alcantarilla es nudo de transportes en la zona.
Los visigodos, con capital en Toledo, serán derrotados por la invasión musulmana.
Y es aquí donde comienza la Historia de Alcantarilla como tal. En el año 730 d.C. se produce la fundación de la Villa, es decir, hace 1281 años.
El pueblo musulmán se referirá a ella como Al-Qantara, es decir, la Ciudad del Puente Pequeño, nombre que, castellanizado, es el que se ha conservado. Los árabes aprovecharon las vías de comunicación de romanos y visigodos y, dada la fertilidad de las tierras de la Vega Media del Segura, propulsaron un complejo sistema agrario que también se conserva hasta el día de hoy. Hablamos, sin duda, de toda la red de acequias y canales que riegan la Comarca de la Huerta de Murcia, sobre la que se asienta el Pueblo.
Pero, sin duda, la famosa Rueda y su Acueducto son su vestigio más representativo. Por desgracia, no se conservan los originales, pero los actuales, declarados Bien de Interés Cultural de España, no son sólo imagen de la Villa, sino vestigio de su pasado y fundación.
A parte, Al-Qantara se convirtió en una próspera ciudad agraria y conservó su estatus como nudo de transportes y, de esa guisa, llegamos al Siglo XI, cuando la Reconquista emprendida en Covadonga llega al sur peninsular. En 1243 es integrado todo este territorio en la Corona de Castilla en virtud del Tratado de Alcaraz.
Por entonces ya reinaba Alfonso X de Castilla, alias “el Sabio”, cuyo corazón se conserva en la Catedral de Murcia y bajo mandato del cual se publicaron las famosas Partidas, uno de las primeras grandes obras del Derecho castellano. Todo lo anterior había sido Tradición Romanística.
En 1266 Al-Qantara cae definitivamente en poder cristiano, castellanizándose su nombre a Alcantarilla, es decir, la Villa de Alcántara, o lo que es lo mismo, la Ciudad del Puente. Tras un periodo de cierta inestabilidad por los combates que aún se libraban entre moros y cristianos en la cercana Librilla y, más tarde, en Andalucía, el Pueblo queda bajo dominio de la Reina doña Violante y, a la muerte de ésta, de María de Molina.