Mula corresponde a la vegetación de la región mediterránea, caracterizada por la aridez estival. El bosque esclerófilo y perennifolio es representativo de esta región, en el que se agrupan especies que han desarrollado variados sistemas para adaptarse a la aridez. Sus hojas son coriáceas, es decir, cubiertas por una membrana que reduce al máximo la evaporación; el tronco es de corteza gruesa y las raíces son profundas, para encontrar agua. Las formaciones primarias naturales son la encina, más característica de esta zona es la encina ballota; la dehesa, el alcornoque, el algarrobo y el acebuche. Como formaciones secundarias introducidas por el ser humano abundan los pinares, el pino carrasco exactamente.
El municipio de Mula pertenece al mismo dominio climático que la ciudad de Murcia. Disfruta de un clima mediterráneo seco (mediterráneo árido) caracterizado por la escasez e irregularidad de precipitaciones con un total pluviométrico anual que varía notablemente. La precipitación anual es de 340 mm, es enero el mes más seco y octubre el más húmedo. Su temperatura media anual de 18,2°C sitúa a Mula ligeramente por encima de los 18°C que separa las variantes fría (BSk) y cálida (BSh) de este tipo de clima. Con inviernos suaves y veranos calurosos, llega a tener más de 300 días de sol al año. Las temperaturas oscilan entre los 16 °C y los 4 °C de enero y los 34 °C y los 20 °C de agosto, si bien se superan los 40 °C muchos veranos.
La economía de Mula se sustenta principalmente de explotaciones agrícolas tanto de secano como regadío. El sistema pionero en España de regadío de la Comunidad de Regantes del pantano De la Cierva, supuso un cambio revolucionario que permite una mejor gestión de los recursos hidráulicos y en el que actualmente se basan numerosas actuaciones en el resto del país.
Un papel muy importante en la economía municipal lo juegan las industrias conserveras de elevada entidad a nivel internacional.
Con la ampliación de las comunicaciones con la capital, la economía de Mula está siendo absorbida por la ciudad de Murcia, transformándose así Mula en una ciudad satélite o ciudad dormitorio.
En el 2.004 fue inaugurado el polígono industrial "El Arreaque" abriendo a la ciudad a nuevas posibilidades industriales.
Las calles y plazas de Mula son recorridas en Semana Santa por un gran número de piezas de imaginería que durante el resto del año han descansado en parroquias y ermitas. Es ahora el momento de engalanarlas y sacarlas a la calle sobre sus tronos en busca de los ojos de muleños, visitantes y penitentes. Viernes de Dolores, Domingo de Ramos por la mañana, Miércoles, Jueves y Viernes Santo a la caída de la Tarde, Jueves Santo de madrugada y en la mañana del Domingo de Resurrección, las esculturas de destacados seguidores de la escuela de Francisco Salzillo o de nuevos imagineros apadrinados por el mecenazgo de recientes cofradías (como José Sánchez Lozano o Ramón Cuenca respectivamente), se mezclan con la luz, el color y la suave temperatura de la temprana primavera.
Pero antes de que la cera de las velas haya goteado las empinadas calles con la primera procesión, Mula ya ha escuchado el peculiar sonido de su Semana Santa. La Noche de Los Tambores es la fiesta más singular que tiene lugar en Mula a lo largo de todo el calendario.
El Martes Santo a las 12 de la noche, la campana del Reloj de la Villa señala el momento en el que a los miles de tamboristas, reunidos en la Plaza del Ayuntamiento y vestidos con túnicas negras, les es “permitido” hacer sonar las cajas de sus tambores. Ininterrumpidamente y hasta las 4 de la tarde del Miércoles Santo, la ensordecedora música acallará cualquier otro atisbo de sonido provenga de donde provenga. El Viernes Santo desde la mañana y el Domingo de Resurrección desde el mediodía vuelve a repetirse el episodio dentro de los horarios que el Bando de la Alcaldía establece y difunde antes del comienzo de la Semana Santa.
El origen de esta singular fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional, parece que distaba mucho de rendir fidelidad al recogimiento de la Semana Santa que siempre han divulgado los poderes eclesiásticos. Las ordenanzas municipales recogen, al menos desde mediados del XIX, recomendaciones para el buen comportamiento de los habitantes de la Villa y prohibiciones expresas de “andar por las calles con tambores” si no es dentro de las procesiones y con permiso de la autoridad. Debió ser en este siglo y por estas fechas cuando se consolida la costumbre, asociada al pueblo y denostada por la iglesia y por la clase burguesa.
Tras este controvertido nacimiento del toque del tambor en Mula, llegaron los continuos impedimentos que los tamboristas encontraron a lo largo de los siglos XIX y XX. Todas estas trabas puestas a la fiesta del tambor estaban encabezadas por la Iglesia y el Ayuntamiento, pero cuanto más se reafirmaban los contrarios a la fiesta, ésta parecía reavivarse, aunque casi siempre bajo un continuado y exhaustivo control municipal.