En 1.243, por el tratado de Alcaraz, este valle, al igual que el resto de la Taifa de Murcia, se incorporó a la Corona de Castilla. En 1.284, el entonces Infante Sancho, prometió a la Orden de Santiago la entrega de este territorio a cambio del apoyo de esta institución a sus aspiraciones a la corona castellana. Cuando este hijo de Alfonso X el Sabio consiguió el trono, el ya Sancho IV cumplió lo pactado entregando el valle a la orden de Santiago.
Durante el siglo XVI se produjo en este territorio la conversión forzosa de los moriscos (en 1.501), siendo desposeídos de todas sus raíces musulmanas. Ya a principios del siglo XVII, acusados de prácticas islámicas cuando eran totalmente cristianos, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos.
Fueron los moriscos ricoteños los últimos en salir de España, ya que lograron, alegando su cristianismo, evitar el decreto de expulsión de 1.609, pero el interés económico que la oligarquía local tenía sobre sus bienes propició el que en 1.613 se promulgase un nuevo decreto que directamente fue dirigido contra ellos y que ocasionó que a finales de ese año fueran embarcados en el puerto de cartagena, primero con destino a Mallorca y posteriormente a Berbería.
El siglo XVII fue de regresión demográfica y económica como consecuencia de la expulsión.
El siglo XVIII estuvo dominado por la familia Llamas, que procedente del vecino pueblo de Mula, se asentó en Ricote en el siglo XVII, aprovechando el vacío dejado por los moriscos y la consecuente disponibilidad de tierras a precios bajos. Esta familia, principalmente dos miembros de ella, Juan de Llamas, y posteriormente su hijo Francisco, controlaron la vida del valle de ricote durante todo el siglo XVIII. Pese a ser un territorio santiguista la orden no intervino para nada en la regulación de la vida del Valle, limitándose simplemente a percibir las rentas que esta encomienda le suministraba, dejando la administración en manos de arrendadores, entre ellos los Llamas, que a cambio de recibir buena parte de los ingresos generados en el territorio, aportaban a la Orden una cantidad pequeña, pero que a fin de cuentas no le suponía esfuerzo generar.
Durante el siglo XIX se produjo la disolución de la Orden de Santiago y los bienes fueron adquiridos por otras familias que siguieron controlando la vida de este territorio. Ricote se mantuvo fiel a la II República española hasta el último momento de la Guerra Civil, destacando durante la etapa republicana la expropiación de bienes por parte del Ayuntamiento local. Cabe mencionar la figura de D. Diego Candel Rubio, médico local,como creador de la fundación San Diego de ayuda a los más necesitados.
Actualmente es una zona, que pese a su reducido espacio, presenta mucha disparidad entre los seis pueblos que lo integran. Blanca y Abarán, los más industriales, se encuentran más cerca de la principal vía de comunicación que accede al Valle, y junto con la laboriosidad de sus habitantes, han desarrollado una incipiente industria. Ricote y Ojós, situados en el centro del Valle, sufren un estancamiento en su desarrollo, y la principal industria que podría revitalizar su economía, el turismo, está sin explotar. Ulea y Villanueva del río Segura, situadas al sur del Valle han optado por desarrollarse vendiendo su antigua superficie de cultivo a constructores que pretenden convertir en pocos años a estos dos pueblos en dos inmensas urbanizaciones.